El 16 de junio es el Día Mundial de las Tortugas Marinas para conmemorar el nacimiento de uno de los pioneros más importantes en la conservación de estos reptiles: Archie Carr. Este herpetólogo estadounidense luchó gran parte de su vida por la protección de estos animales y, sin duda alguna, dejó un precedente para las generaciones futuras de conservacionistas.

Las tortugas marinas se dividen actualmente en 7 especies. Nuestro país es visitado por 5 de ellas, las cuales vienen a Chile exclusivamente a alimentarse, lo que forma parte fundamental de su ciclo de vida: la tortuga laúd (Dermochelys coriacea); tortuga olivácea (Lepidochelys olivacea); tortuga cabezona (Caretta caretta); tortuga verde (Chelonia mydas); y tortuga carey (Eretmochelys imbricata), esta última solo presente en Rapa Nui.

Las tortugas marinas representan un taxa sumamente amenazado, tanto así que todas las especies se encuentran en alguna categoría de conservación: tres se encuentran en peligro crítico de extinción (D. coriacea, E. imbricata y C. caretta), una en peligro de extinción (C. mydas) y otra (L. olivacea) en estado vulnerable.

El efecto antropogénico aporta en gran medida a las amenazas que enfrentan las tortugas marinas. La pesca incidental (captura de fauna acompañante distinta al objetivo), la sobreexplotación de recursos marinos, la destrucción de hábitat y la contaminación son solo algunas de las muchas amenazas humanas que recaen sobre estos reptiles. Al tratarse de organismos que se distribuyen de forma cosmopolita, la protección de áreas donde desarrollan sus diferentes estadios debe ser considerada abarcando tanto políticas internacionales como locales.

A nivel nacional, el Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) cuantifica las capturas incidentales tanto en la pesca industrial como en la pesca artesanal desde el año 2001 y 2016, respectivamente; teniendo registros en ambos casos. Si bien varios individuos fueron liberados vivos, algunos quedan con restos de aparejos de pesca, tales como anzuelos en el interior o exterior del cuerpo, por lo que existe una incerteza sobre su tasa de sobrevivencia post liberación, además de la posibilidad de padecer algunas enfermedades producto del estrés fisiológico que genera un evento de pesca incidental. Sin embargo, el registro de estas capturas ha puesto sobre la mesa el planteamiento de algunas soluciones para disminuir la captura incidental, soluciones que han sido probadas y certificadas internacionalmente, como el uso de luces en las redes de pesca, cambio del tipo de anzuelo, cambio de carnada, entre otros.

Por otra parte, el consumo humano y la pesca aportan en menor o mayor medida a la generación de desechos que finalmente terminarán en los océanos. Con respecto a este punto, las tortugas pueden verse afectadas de diversas formas: ya sea por el consumo directo de ellos, lo cual lleva consigo una obstrucción intestinal que las podría llevar a la muerte; así como por el enredamiento en redes u otros elementos, lo que podría tener como consecuencia una amputación de alguna extremidad, un incorrecto crecimiento del caparazón, problemas de flotación u otros efectos, lo que a su vez vuelve a estos reptiles más susceptibles a la depredación o a infecciones.

Como sociedad tenemos el deber de comprometernos con la protección de estas especies. Si bien se necesitan políticas nacionales e internacionales para esto, también es importante generar conciencia en la población sobre las amenazas a las que están expuestas las tortugas marinas y también sobre las acciones que podemos realizar de forma individual. Algunas de estas acciones simples y prácticas pueden ser reducir la producción de desechos, e informarse y participar activamente de instancias que apunten a proteger los sitios de alimentación de las tortugas marinas en Chile.

*Columna de opinión publicada en Plataforma Costera. Visitar publicación original.

Carol Medrano Martínez, ONG QARAPARA